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QUO VADIS

Hasta los guardianes de la prisión, que temían á las terribles fuerzas de este gigante, puesto que contra ellas de nada servían rejas ni cadenas, llegaron finalmente á cobrarle afecto por su mansedumbre.

Asombrados en presencia de su indole pacífica, se preguntaban más de una vez cuál sería la causa de ella.

Y él les hablaba con tan firme convicción de la vida que le aguardaba después de la muerte, que ellos le escuchaban maravillados, comprendiendo por primera vez que la felicidad podía penetrar aún al través de las murallas de una mazmorra hasta la cual no llegaban los rayos del sol.

Y cuando él los exhortaba á que creyeran en el «Cordero, solía asaltar á más de uno de aquellos desgraciados la idea de que los servicios que allí estaban desempeñando eran servicios de esclavos, sus vidas las vidas de unos infelices; y se ponían finalmente á meditar acerca de su fatal destino, cuyo único término era la muerte.

Y la muerte para ellos no traía otra cosa que un temor nuevo y nada les prometía más allá de la tumba; en tanto que aquel atleta y aquella virgen, semejante á una pura flor arrojada sobre las pajas infectas de una cárcel, iban hacia ellla con delicia, cual si se encaminaran á las puertas de la felicidad.

CAPÍTULO LXIV

Una noche Escevino, el senador, visitó á Petronio y tuvo con él una larga conversación, en que ambos trataron de los aciagos tiempos en que vivían y hablaron del César.

Y Escevino se expresó con tan abierta franqueza, que aún cuando era amigo de Petronio, éste creyó del caso mostrarse cauteloso y prudente.

Quejábase Escevino de que se estaba llevando una existencia de locuras é injusticias, y que todo aquello bien