Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/392

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
386
QUO VADIS

bien podría tener otro remedio de recobrar prontamente su favor.

—¿Cuál?

—Repitiendo á Barba—de—Bronce cuanto acabas de decirme.

—¡Yo nada he dichol—exclamó Escevino lleno de alarma.

Petronio puso una mano en el hombro del senador y dijo: —Tú has llamado loco al César; tú has previsto la sucesión de Pisón; y has dicho: «Lucano comprende que hay necesidad de apresurar las cosas.» ¿Qué cosas quisieras tú apresurar, carissime?

Escevino púsose pálido, y por un instante ambos miráronse fijamente á los ojos.

—¡Tú no lo repetirás!

—¡Por las caderas de Venus, no lo repetiré, por cierto!

¡Cuán bien me conoces! Nó; yo no lo he de repetir. Nada he oído y, por otra parte, nada quiero oir tampoco. ¿Entiendes? La vida es demasiado corta para que en ella se encuentre tiempo de iniciar empresa alguna que valga la pena. Te pido solamente que hoy mismo visites á Tigelino y converses con él por tan largo tiempo como el que has empleado en conversar contigo, acerca del tema que mejor te plazca.

—¿Porqué?

—A fin de que si alguna vez Tigelino me dice: «Escevino estuvo contigo», pueda yo contestarle: «Contigo también estuvo ese propio día.» Escevino, al escuchar estas palabras rompió el bastón de malfil que tenía en la mano y dijo: —¡Reniego de ese bastón! Iré á ver á Tigelino hoy mismo, y más tarde asistiré á la fiesta de Nerva. Supongo que á ella también irás tú. En todo caso, adiós, hasta que nos encontraremos en el anfiteatro, en donde se presentarán pasado mañana los últimos cristianos: ¡Hasta la vista!

—Pasado mañana!—repitió Petronio cuando se halló sólo. No hay tiempo que perder. En efecto, Enobardo me