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QUO VADIS

ñeras en los últimos años de la vida. Y yo quiero daros un buen ejemplo y un buen consejo. Tenéis el poder, como lo veis, de no aguardar la vejez; podéis partir antes de que llegue, cual voy a hacerlo yo.

—¿Qué te propones?—preguntaron alarmadas muchas voces.

—Me propongo divertirme, beber vino, escuchar música, contemplar esas divinas formas que véis en derredor, y quedarme dormido en seguida, orlada de flores la cabeza. Me he despedido ya del César; ¿queréis oir lo que le he escrito al partir?

Y sacando un papel de debajo de la purpúrea almohada, leyó lo siguiente: «Sé muy bien, ¡Oh, César! que estás aguardando mi regreso con impaciencia; que tu leal corazón de amigo, día y noche languidece por mi. Sé que te hallas dispuesto á colmarme de obsequios, á nombrarme prefecto de los guardias pretorianos y á ordenar á Tigelino que vuelva á ser lo que los dioses le hicieron: un muletero de aquellas tierras que tú heredaste después de envenenar á Domicio.

»Perdóname, empero, porque te juro por el Averno y por las sombras de tu madre, de tu esposa, de tu hermano y de Séneca, que no puedo ya volver á ti. La vida es un gran tesoro. De ese tesoro he disfrutado las mas preciosas joyas; pero en la vida hay también muchas cosas que ya no puedo soportar por mas tiempo.

«No supongas, te lo ruego, que me halle ofendido porque tú mataste á tu madre, á tu mujer y á tu hermano; porque incendiaste á Roma y enviaste al Erebo (el infierno) á todos los hombres honrados que había en tus dominios. No, nieto de Cronos. La muerte es la herencia del hombre, y de tí no han podido esperarse otras hazañas.