nía mas próximos de cosas baladies pero agradables, tales como las que de ordinario servían de tema en esas fiestas.
Finalmente llamó al griego, á fin de que le vendara el brazo un momento; pues dijo que el sueño empezaba á atormentarle y deseaba entregarse primero á Hypnos (el Sueño) antes de que Thanatos (la Muerte) le hiciera dormir para siempre.
Y en efecto, quedóse dormido.
Cuando despertó, la cabeza de Eunice reposaba sobre su pecho como una blanca flor.
La colocó, entonces, sobre la almohada, á fin de contemplarla por última vez. En seguida se hizo abrir nuevamente las venas.
A una señal suya, entonaron nuevamente los cantantes la canción de Anacreonte, que las citaras iban acompañando levisimamente, á fin de que no se ahogara en sus notas ni una sola letra del canto.
Petronio fué palideciendo mas y mas, y cuando hubo expirado la última vibración, volvióse de nuevo á sus invitados y dijo: —Amigos: confesemos que con nosotros perece...
Pero no tuvo ya fuerzas para terminar la frase; con un postrer movimiento de su brazo estrechó á Eunice, cayó luego su cabeza en la almohada, y expiró.
Y los invitados, al contemplar aquellos dos blancos cuerpos, que semejaban dos estatuas admirables, comprendieron perfectamente que con ellos perecía todo lo que había quedado á su mundo en esa época: la poesía y la belleza.