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QUO VADIS


CAPÍTULO XXXIV

Paseándose con Ligia por el jardín, Vinicio hizo á la joven una somera reseña, con palabras nacidas de lo íntimo de su corazón, de lo que pocos momentos antes comunicara á los Apóstoles, á saber: las alarmas que se habían apoderado de su alma, los cambios verificados en su naturaleza y por fin el inmenso anhelo que había venido á obscurecer su existencia desde el momento en que abandonara ella la morada de Miriam.

Confesó á Ligia que había intentado olvidarla, pero inútilmente. Su pensamiento habíase mantenido fijo en ella noches y días enteros. Esa pequeña cruz de varillas de madera de boj que le había dejado, mantenia constantemente vivo su recuerdo y él habíala colocado en su lararium y reverenciádola involuntariamente, cual si tuviese algo de divino.

Y había languidecido más y más en su constante anhelo por ella, pues el amor se le había sobrepuesto enteramente y enseñoreádose de su alma, desde el día en que la viera en casa de Aulio. Las Parcas devanaban el hilo de la existencia de los demás: el amor, la nostalgia y la melancolía habían estado devanando el suyo. Sus acciones habían sido malas, pero habían tenido por móvil el amor. El habiala amado cuando se hallaba en la casa de Aulio, cuando la vió en Oatrianum escuchando las palabras de Pedro, cuando fué acompañado de Crotón con el propósito de robarla, cuando velaba ella en la cabecera de su lecho y por fin cuando había abandonado el hogar de Miriam.

Luego había venido Chilo á participarle su descubrimiento del nuevo asilo en que ella se encontraba y á insinuarle un segundo rapto; pero él había optado por castigar á Chilo y dirigirse á los Apóstoles en busca de verdad y en busca de ella.