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QUO VADIS

la glorieta, antojábanseles los deliciosos contornos de una mansión de amor paradisiaco.

Pero Miriam dejóse ver luego en el umbral de la puerta y les invitó al refrigerio de la tarde.

Sentáronse ambos jóvenes junto á los Apóstoles. Estos los contemplaban con expresión regocijada, como á los representantes de la nueva generación, quienes, después de muertos ellos, habrían de seguir esparciendo la simiente de la nueva fe.

Pedro partió y bendijo el pan.

Reinaba una apacible serenidad en todos los semblantes, y una stmósfera de inmensa dicha parecía extenderse por sobre aquel hogar.

—Y ahora,—dijo por fin Pablo, volviéndose á Vinicio, —dime: ¿Somos nosotros los enemigos de la vida y de la felicidad?

—Ahora lo comprendo perfectamente, contestó el joven; pues nunca me he sentido tan dichoso como en medio de vosotros.

CAPÍTULO XXXV

Al anochecer de ese día, yendo Vinicio de regreso á su casa por el Forum, vió á la entrada del Vicus Tuscus (Barrio Toscano) la dorada litera de Petronio, que conducian ocho fornidos bitinios, y deteniéndola con un ademán, aproximóse á las cortinas.

—Espero que hayas tenido un sueño agradable y feliz!—exclamó riendo al ver que dentro de la litera Petronio dormitaba.

—¡Ah! ¿Eres tú?— dijo el árbitro abriendo los ojos.—Si; acababa de quedarme dormido, pues pasé la noche en el Palatino. He salido á comprar algunos libros para leer en el camino de Ancio. ¿Qué noticias tienes.

—¿Has recorrido las librerias?—préguntó Vinicio.

—Si, no me agrada intro lucir en mi biblioteca el más ligero desorden, así es que estoy haciendo una provisión