Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/73

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
71
QUO VADIS

suposición de que pudiera él llegar á amoldarse á las enseñanzas del pescador de Galilea, empezó á cantar: «Y ornaré de mirto la brillante espada, A ejemplo de Harmodio y Aristogitón...» Pero aquí se detuvo, pues en ese momento, anunciaron la llegada de Eutice, y se sirvió inmediatamente la cena, durante la cual, ejecutaron los citaristas algunos trozos de canto.

Vinicio refirió entonces á Petronio, la visita de Chilo, y como ella le había sugerido la idea de dirigirse directamente á los Apóstoles, idea que vino á su mente mientras estaban flagelando al griego.

Al oir esto Petronio, que empezaba de nuevo á sentir sueño, se llevó la mano á la frente, y dijo: —La idea fué buena, desde que era bueno el objetivo.

En cuanto á Chilo, yo en tu lugar le habría dado cinco piezas de oro. Mas, ya que fué tu voluntad flagelarlo, bien flagelado quedó, aún cuando posible es que cualquier día llegue él á recibir, á su turno, los homenajes de los senadores, como en el día los recibe nuestro caballero remendón, Vatinio. Buenas noches.

Y quitándose la guirnalda que su sién rodeaba, se preparó á retirarse en unión de Eunice.

Una vez que hubieron partido, Vinicio se dirigió á su biblioteca y escribió á Ligia las líneas siguientes: «Cuando abras tus lindos ojos, deseo que te dé esta carta los buenos días. Por eso la escribo, aunque te he de ver mañana. El César parte pasado mañana para Ancio, y yo, jay de mil debo acompañarle forzosamente. Ya te he dicho que no obedecer, equivale á jugar la vida; y al presente no podría tener yo el valor de abandonarla. Pero si deseas tú que no vaya, escribe una sola palabra y me quedaré. Petronio, con un discurso, podrá apartar de mi cabeza el peligro.

»Hoy día, en la hora de mi felicidad, he gratificado á todos mis esclavos, y á los que hayan cumplido en mi ca-