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QUO VADIS

casas de campo á lo largo de la ribera del mar; y el mismo Ancio constituyenlo una interminable sucesión de palacios y de pórticos, cuyas columnas, cuando hace buen tiempo, se reflejan en el agua.

Yo mismo poseo aquí una morada que da al mar, con un huerto de olivos y un bosque de cipreses, que hay detrás de la casa, y cuando pienso que todo esto algún día ha de ser tuyo, parécenme más blancos estos mármoles, más grata la sombra de estas arboledas y este cielo más azul. Oh, Ligia mía, cuán bello es vivir y amar!

»El viejo Menicles, que se halla á cargo de la casa, ha plantado gladiolos debajo de los mirtos, y á la vista de ellos vino á mi mente el recuerdo de la casa de Aulio, del impluvium y del jardín en el cual estuve sentado junto á tí.

Y estos gladiolos te han de traer, tí también, reminiscencias del hogar en que has pasado tu niñez; por consiguiente, cierto estoy de que Ancio y esta casa de campo han de agradarte.

» Apenas llegados á la ciudad, conversé largamente con Pablo durante la comida.

»Hablamos de ti y después dió él principio á sus enseñanzas y le escuché con atención bastante tiempo, y te digo que aun cuando me fuese dable escribir como Petronio, no podría expresarte lo que ha pasado por mi mente y por mi alma.

»Jamás había llegado ni siquiera á sospechar que pudieran existir en el mundo una felicidad, una belleza y una paz semejantes, y hasta hoy desconocidas de las gentes.

Pero me reservo todo esto para conversarlo contigo, pues en el primer momento libre de que disponga estaré en Roma.

»¿Cómo puede haber en la tierra sitio á la vez para el Apóstol Pedro, para Pablo de Tarso y para el César? Dimelo tú. Te pregunto esto, porque la noche siguiente á la de nuestra conferencia con Pablo estuve con Nerón, ¿y sabes lo que allí escuché?