Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/154

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
146
QUO VADIS

—No pudo haber salido de la ciudad ayer, porque las puertas se cierran de noche. Dos indivíduos de mi servidumbre se hallan apostados en cada puerta. Uno de ellos tiene la consigna de seguir á Ligia y al gigante, y el otro de volver al punto á darme aviso. Si ella está en la ciudad, la encontraremos, porque á ese ligur fácil es reconocerle por su estatura y por sus espaldas. Ha sido para ti una suerte que el César no te la quitara, y puedo asegurarte que en efecto, no la ha tomado para sí: estoy al cabo de todos los secretos del Palatino.

Pero Vinicio prorrumpió entonces en quejas, más doloridas ahora que enconadas, y su voz quebrantada por la emoción, refirió á Petronio lo que había oído de boca de Actea, y cuales eran los nuevos peligros que amenazaban á Ligia, peligros tan terribles que con motivo de ellos sería menester ocultarla en seguida diligentemente á las pesquisas de Popea, dado caso que se lograra encontrarla.

Luego, hizo á Petronio amargos reproches por los consejos que le había dado. A no ser por él, todo habría podido marchar de muy diferente manera, Ligia habría seguido en casa de Aulio y él, Vinicio, habría podido en ella verla todos los días y á la sazón conceptuariase más dichoso que el mismo César. Y á medida que se dejaba arrastrar por la vehemencia de su relato fué cediendo más y más á los impulsos de su emoción, hasta que de sus ojos empezaron á brotar lágrimas de dolor y de cólera.

Petronio, que no había tenido ni aun remotamente la idea de que el joven pudiese amar y desear hasta ese punto, se dijo al contemplar atónito aquellas lágrimas de desesperación: —Oh, poderosa señora de Chipre, tú eres la sola reina de los dioses y de los hombres!

CAPÍTULO XII

Cuando bajaron frente á la casa del árbitro, el jefe del