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QUO VADIS

—¿Ni sabes conducir un carro?

—Hace años tomé parte en dos carreras en Antioquía, pero sin resultado.

—Me tranquilizas. ¿De que partido eres en el Hipódromo?

—De los Verdes.

—Estoy tranquilo del todo, tanto más, cuanto que á pesar de tu gran fortuna, no eres tan rico como Pallas ó Séneca, Porque indudablemente se pueden hacer versos, cantar acompañándose con el laud, declamar y guiar un carro; pero hay una cosa muy preferible y sobre todo menos peligrosa: y es, no hacer versos, no cantar, no tocar el laud y no guiar carros. Es todavía mucho mejor admirar todos esos artes cuando Barba de Bronce los practica. Tu eres hermoso: Popea puede enamorarse de tí, hé aquí el único peligro. Pero no, tiene demasiada experiencia. De amor, sus dos primeros maridos la han saciado, y con el tercero, tiende á otra cosa. ¿Creerás que ese imbécil de Oton la ama todavía con delirio? Allá está paseándose por los campos de España y soltando suspiros al viento. Ha perdido sus antiguos hábitos, y se ha abandonado hasta el punto de que solo emplea tres horas para su peinado. ¡Quién lo hubiera creído!

—Yo comprendo á Oton,—respondió Vinicio,—sin embargo, en su lugar, haría otra cosa.

—Di.

—Reclutaría entre los montañeses de aquella nación legiones leales. ¡Son bravos soldados esos iberos!

—¡Vinicio! ¡Vinicio! Tengo deseos de decirte que no serías capaz. Porque esas cosas se hacen y no se dicen, ni aún á título de hipótesis. En cuanto á mí, en su lugar, me burlaría de Popea, me burlaría de Enobarbo; quizás alistaría iberos en mis legiones, pero no hombres, sino mujeres. Todo lo más, escribiría epígramas que no leería á nadie... al revés de ese pobre Rufino.

—Me has prometido contarme eso.