Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/208

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
200
QUO VADIS

espectadores que acudían al circo aceitunas, judias, pastas sin levadura y aguamiel.

Encontróle Chilo en la tienda, arreglando sus efectos, y apenas le hubo saludado en nombre de Cristo, empezó á tratar del asunto que le llevaba.

Puesto que les había prestado un servicio, encontraba natural que le correspondieran con gratitud.

Dijo que necesitaba dos ó tres hombres fuertes y valientes para evitar un peligro que le amenazaba, no solo á él sino á todos los cristianos. El era pobre, desde que había dado á Euricio casi todo lo que poseía; más, estaba dispuesto á pagar á esos hombres sus servicios, si ellos por su parte confiaban en él y llevaban á efecto fielmente los que se les ordenara, Eurício y su hijo Cuarto escuchan á su benefactor casi de rodillas.

Luego declararon ambos que se hallaban dispuestos á hacer cuanto él les pidiera, creyendo por cierto que un hombre tan santo no podía aconsejarles nada contrario á la doctrina de Cristo.

Contestó Chilo que realmente así era y alzando luego los ojos al cielo pareció estar orando.

En efecto, hallábase á la sazón entregado á profundas meditaciones acerca de si no sería más conveniente la decisión de Euricio y Cuarto, que bien podría economizarle el gasto de los mil sextercios.

Pero, después de un momento, rechazó esa idea.

Euricio era hombre viejo y gastado, acasa más que por los años, por los trabajos y las enfermedades. Cuarto sólo tenía 16 años de edad. Chilo había menester de hombres diestros y sobre todo, robustos. En cuanto a los mil sextercios, creía que gracias al plan que habría discurrido, podría en todo caso economizarlos en gran parte.

Euricio y Cuarto insistieron por algún tiempo en ofrecerle sus servicios, mas en vista de su terminante negativa, hubieron de ceder.