—Aquí comerás y descansarás en seguida, porque no has de salir de esta casa hasta la noche y cuando ésta llegue irás conmigo á Ostrianum.
El temor y la vacilación se pintaron en el semblante del griego por espacio de algunos momentos. En seguida tranquilizóse un tanto y dijo: —Quién puede oponerse á tu voluntad, señor! Y recfbe estas mis palabras como un feliz augurio, á la manera que nuestro gran héroe acogió palabras semejantes en el templo de Amon (1). En cuanto á mí,—agregó sacudiendo la bolsa, estos escrúpulos» han sobrepujado á los míos, y esto sin mencionar tu sociedad, que para mí es complacencia y es dicha.
Vinicio le interrumpió con impaciencia y le pidió detalles de su conversación con Ursus.
De ellos resultaba claramente que ó se descubriría esa misma noche el sitio donde se ocultaba Ligia, ó podría Vinicio apoderarse de ella en el camino, al regreso de Ostrianum.
Y al solo pensar en esto, sentiase Vinicio trasportado de loca alegría.
Teniendo ahora la certidumbre positiva de hallar á Ligia, desvanecíanse casi por completo su cólera y su resentimiento contra ella.
A cambio de la ya cercana felicidad, él perdonaba toda ofensa. Pensaba en la joven como en un sér deseado y querido, y en su ánimo había tan solo la impresión de que Ligia estaba á punto de volver de algún lejano viaje.
Hasta le asaltaban deseos de reunir á todos sus esclavos y ordenarles que decorasen la casa con flores y guirnaldas.
En esa hora no conservaba rencor ni siquiera al mismo Ursus. Estaba pronto á perdonar todo á todo el mundo. El propio Chilo, quien, a pesar de sus servicios, habíale inspirado hasta entonces una especie de repulsión, presentá(1) Sobrenombre de Júpiter.