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QUO VADIS

¿Es eso Ostrianum?

Chilo, en cuyo ánimo la noche, la distancia de la ciudad y la visión incesante de aquellas sombras caminantes que semejaban fantasmas, habían hecho una profunda impresión, contestó con voz un tanto insegura: —No sabría deciroslo, señor; nunca he estado en Ostrianum pero bien podían orar á Dios en algún sitio más cercano de la ciudad, Y después de un momento, sintiendo la necesidad de una conversación que viniese á distraer su miedo, agregó: —Se congregan como asesinos; y sin embargo no les está permitido asesinar, á menos que ese ligur me haya engañado miserablemente.

Vinicio, que á la sazón pensaba en Ligia, hallábase tambien sorprendido al observar las precauciones y el misterio con que los correligionarios de la joven se reunían para escuchar á su pontifice; así, pues, dijo: —Como todas las religiones, tiene ésta sus prosélitos en el seno de nuestro pueblo; pero los cristianos constituyen una secta judía. ¿Por qué entonces vienen á congregarse aquí, cuando en el Trans—Tiber hay templos á los cuales llevan los judíos sus ofrendas en plena luz del día?

—Señor, los judios son sus peores enemigos. He oldo decir que, antes del reinado del César actual, casi se llegó á la guerra entre judios y cristianos. Esas convulsiones obligaron á Claudio César á espulsar á todos los judios; más al presente se halla abolido tal edicto. No obstante, los cristianos se ocultan de los judios y del populacho, el cual, como sabes, les imputa crimenes y los aborrece.

Siguieron despues caminando en silencio por algún tiempo, hasta que Chilo, cuyo miedo aumentaba á medida que se iban alejando de las puertas de la ciudad, re puso: —A mi vuelta de la tienda de Euricio pedi prestada una peluca á un barbero y me he puesto dos habas en las fosas nasales. No me han de reconocer; y si tal sucediere,