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QUO VADIS

Pero Ursus pasó por la esquina rápidamente y desapareció luego.

Chilo, sin aguardar más, rechinándole los dientes á influjo del terror, echó á correr por la calle atravesada, con una velocidad que aun tratándose de un joven hubiera causado admiración.

—Si me vé, aunque sea desde lejos, á su vuelta, me coje y me mata,—se dijo.—¡Sálvame, Zeus; sálvame, Apolo, Mercurio, sálvame; oh dios de los cristianos, sálvame! Saldré de Roma, volveré á Mesember, pero sálvame de caer en las manos de ese demonio!

Y el ligur que había matado á Croton parecióle en este instante una especie de ser sobrenatural.

Mientras iba corriendo, pensaba en que bien pudiera ser ese un dios que había tomado las formas de un bárbaro. P en este momento creía en todos los dioses del mundo, y en todos los mitos de que usualmente hacía mofa.

Venía también á su imaginación la idea de que hubiera sido el propio Dios de los cristianos el que matara á Croton, y de nuevo erizarónsele los errantes cabellos al pensar que pudiera él encontrarse en conflicto con un tan poderoso Dios.

Solo despues de haber atravesado corriendo varias calles logró tranquilizarse un tanto al ver venir hacia él á la distancia unos cuantos obreros.

Faltábale ya el aliento; asi es que se vió obligado á sentarse en el umbral de una puerta y empezó á limpiar con una punta de su manto el sudor que le corría por la frente.

—Soy viejo y necesito conservarme en calma,—se dijo.

Los obreros que venían hacia él torcieron luego, siguiendo su camino por una pequeña calle loteral y de nuevo todo se vió desierto en derredor de Chilo.

La ciudad aun dormía.

El movimiento matinal empezaba temprano en los centros más opulentos de Roma, donde los esclavos se velan