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QUO VADIS

la ciudad. Tu compañero murió; tú, que eres poderoso entre los tuyos, estás herido.

Todo esto no ha ocurrido por culpa nuestra, pero bien pudiera caer sobre nosotros la cólera de la ley.

—No temáis que os persigan,—contestó Vinicio;—yo os protegeré.

Repugnábale á Crispo decirle que, con respecto á ellos, no se trataba tan sólo del prefecto y de la policía, sino del propio Vinicio; deseaban poner á Ligia de nuevo á cubierto de ulteriores persecuciones suyas.

—Señor,—repuso,—tu brazo derecho está bueno. Aquí tienes tablas y un stilus (1); escribe á tus sirvientes á fin de que te traigan esta noche una litera y te conduzcan á tu casa, en donde disfrutarás de mayores comodidades que en medio de nuestra escasez. Vivimos aquí con una pobre viuda que luego ha de venir acompañada de su hijo: éste podrá llevar tu carta. En cuanto á nosotros, tendremos que buscar otro sitio en donde ocultarnos.

Vinicio púsose pálido, porque comprendió que deseaban separarlo de Ligia y que si ahora la perdía nuevamente, acaso no volvería á verla en su vida.

No ignoraba ya que circunstancias de gran entidad se habían interpuesto entre él y ella, en virtud de las cuales si deseaba poseerla seriale menester recurrir á nuevos medios, acerca de los cuales no había tenido aún tiempo de meditar.

No se le ocultaba tampoco que cualesquiera seguridades que diese á estas gentes y aun cuando les jurase que se proponía restituir á Ligia á casa de Pomponia Graecina, ellos no le creerían, y era fundada su incredulidad.

Además, bien pudo él haber hecho eso antes. Si en vez de consagrarse á la persecución de Ligia, hubiérase dirigido á Pomponia y jurádole que renunciaba á sus acechanzas, (1) Estiio. aguja ó punzón con que los antiguos escribían en tablas enceradas.