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QUO VADIS

propia vida, si él no me hubiera dicho: —«Pon tu espada en la vaina, si mi Padre me envía este cáliz, ¿no habré de apurarlo? Y en seguida se apoderaron de El y le ataron.

Dichas estas palabras, Pedro se llevó las manos á la frente y permaneció silencioso algunos instantes, deseando antes de proseguir, poner en orden la multitud de recuerdos que se agolpaban á su imaginación.

Pero entre tanto Ursus, incapaz de contenerse, púsose de pie, dió más luz á la lámpara y volviéndose á sentar exclamó: —No importa lo que hubiera sucedido. Yo...

Y hubo de callarse al punto, porque Ligia acababa de colocarle un dedo sobre los labios.

Pero el ligur respiraba con fuerza y era evidente que una tempestad rugía en su alma; y aun cuando estaba en todo momento pronto para besar los pies del Apóstol, la escena que éste acababa de narrar era para él del todo inaceptable. Si alguien hubiera en su presencia levantado la mano sobre el Redentor, si él hubiera estado cerca del Redentor en esa noche... ¡Ah! trizas habría hecho de los soldados, de los siervos del sacerdote, y de los oficiales!

Brotaban lágrimas de sus ojos al sólo pensar en esto, y á causa de su pena y de la lucha mental que estaba sosteniendo; pues de una parte pensaba que no tan sólo habría defendido al Redentor con todas sus fuerzas, sino que habría llamado en su auxilio á los ligures, excelentes muchachos; y de la otra, que con ello habría desobedecido al Redentor y acaso puesto trabas á la salvación del hombre.

Por esta razón érale imposible contener las lágrimas, Y Vinicio vióse de nuevo invadido por un sopor febril y empezó a soñar semi despierto.

Lo qu estaba escuchando ahora se relacionaba en su imaginación con lo que el Apó había dicho la noche anterior en el Ostrianum, acerca del día en que Cristo había aparecido en la ribera del mar de Tiberio. Veía una