Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/62

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
58
QUO VADIS

Después de algunos momentos, la litera lo condujo en dirección al Palatino.

Cuando Pomponia hubo quedado sola, fuese á confortar al pequeño Aulio, quien no cesaba de llorar por su hermana, ni de amenazar al César.

CAPÍTULO V

Aulio Plaucio había pensado acertadamente que no sería admitido á la presencia de Nerón. Dijéronle que el César hallábase ocupado en cantar con Terpnos, [el tocador de laúd, y que, en general, no recibía sino á las personas á quienes él mismo hubiera hecho citar. En otras palabras, que Aulio no debiera en lo sucesivo intentar que el César le diese audiencia.

Séneca en cambio, aunque estaba enfermo de fiebre, recibió al viejo general.

—No puedo hacerte más que un servicio, generoso Plaucio, dijo sonriendo con amargura; —y es no dejar que César descubra que mi corazón te compadece.

No le aconsejó que fuese á ver para su objeto á Tijellino, ni á Vatinio, ni á Vitelio. Tal vez con dinero se podría conseguir algo de ellos; quizás también se propusieran aniquilar á Petronio, la influencia del cual iban minando; lo más probable era que fueran á contar á César el afecto que Plaucio sentía por Ligia, y entonces César la retendría con más cuidado.

—Has permanecido mudo, Plaucio; has permanecido mudo años enteros, y César no quiere á los que se callan.

¿Cómo te has atrevido á no entusiasmarte por su belleza, su virtud, su canto, su declamación, su modo de guiar y sus versos? ¿No glorificar la muerte de Británico, no hacer un panegirico del matricidio, no felicitarle por haber he cho ahogar á Octavio?

Tomó un vaso que llevaba pendiente del cinturón, to-