Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/95

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
91
QUO VADIS

Petronio, y ese no tiene otra prueba para demostrar que no es un jabalí.

Vitelio se interrumpió á medio camino en su acceso de risa, y después de saborearse dejando así bien al descubierto los labios que se veían relucientes de manteca y salsas, miró á todos los presentes con un aire tan atónito como si jamás los hubiese visto antes; en seguida levantó las dos manos, que parecían cogines y dijo con voz ronca: —Un anillo de caballero se me ha caído del dedo. Lo he heredado de mi padre.

—Que fué sastre,—agregó Nerón.

Pero Vitelio prorrumpió nuevamente en otro acceso de insólita risa y empezó á buscar su anillo en el peplo de Calvia Crispinilla.

En seguida Vestinio se puso á imitar los gritos de una mujer aterrorizada.

Una amiga de Calvia, Nigidia, —viuda joven que tenía rostro de niña y ojos de mujer liviana,—dijo en voz alta: —Está buscando lo que no ha perdido.

—Y que le será inútil si llega á encontrarlo,—terminó diciendo el poeta Lucano.

La fiesta se hacía cada vez más animada. Multitud de esclavos iban y venían trayendo nuevas viandas; de grandes vasos llenos de nieve y adornados con guirnaldas de hiedra, iban extrayendo y sirviendo incesantemente vasos más pequeños, que contenían diversas clases de vinos.

Todos bebían sin restricción. A intervalos caían desde arriba rosas sobre las cabezas de los invitados.

Petronio suplicó á Nerón que solemnizara la fiesta con su canto, antes de que los presentes se hubieran excedido en la bebida.

Un coro de voces apoyó esta súplica, pero Nerón se neal principio. No era de valor tan sólo, dijo, —aun cuando éste le faltaba siempre. Los dioses sabían cuántos esfuerzos le costaba cada uno de sus éxitos.