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Página:Revista de España (Tomo I).djvu/216

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EPISODIOS

Quiso Bernel atajar este daño, y para conseguirlo tomó medidas de precaución é impuso castigos severisimos, al paso que ofrecia premios á los soldados que le presentasen uno ó más paisanos cojidos en el acto de inducir á la deserción.

Era, entre otras, una de las medidas la de que el individuo de tropa que se cojiera á cincuenta pasos de las guardias avanzadas en dirección al frente enemigo, fuese pasado por las armas sin más averiguación; y se cojian muchos y eran ejecutados sin remedio, y todos iban á la muerte como quien va á paseo, mascando tabaco ó fumando su pipa; y en esta forma iban los reos y los que presenciaban el acto; y los ejecutores veian pasar á sus camaradas á mejor ó peor vida, tan sin extrañeza que pasmaba, cumpliéndose las muertes tan sin escarmiento que excepto la personalidad de los muertos, seguia en el mismo número la procesión de desertores.

Iban al patíbulo con poco acompañamiento, y por lo general, sin cura ni fraile, en razón de que la mayor parte de los legionarios no creian en nuestros sacerdotes, y porque aquellas ovejas descarriadas al huir de su tierra y de sus respectivos rebaños, allá dejaron sus pastores. Sin embargo, á todos se les preguntaba si querían confesarse, y muchos ni lo entendían, porque eran de otra comunión; y para que más se admire la contumacia de estas gentes, es cosa digna de contar la de que se vio á un fusilador de la víspera, ser fusilado el dia después por idéntico delito que el del reo á quien de orden superior diera la muerte.

Tiempo es ya de que vayamos al suceso del Chori.

Estaba el general Bernel hecho un vestiglo, cuando entró en su aposento un ayudante á decirle que se hallaban esperando su permiso dos soldados para hablarle, á fin de producir queja contra un paisano que les había querido inducir á deserción.

Ni siquiera quiso verles por no retrasar la prisión del acusado, y mandó al ayudante que él con los dos soldados delatores fuesen á apoderarse del paisano y le llevasen al reten.

Cumplióse la orden, y al poco rato entraba en el cuerpo de guardia el presunto reo.

Era este un hombre de treinta y tantos años, alto y derecho como un trinquete, vestia blusa de bayeta azul, y llevaba boina del mismo color: llamábase el Chori (pájaro) por lo ligero, apreciábanle en la comarca por su carácter franco, y estaba reputado en