Página:R.E.-Tomo II-Nro.07-Id.09.djvu/4

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

estén agotados los de las dos primeras. Desearíamos que se corrigieran de esta que nosotros llamamos falta y otros tienen por manía de los bibliófilos de todas las naciones.


Raymundo Lulio juzgado por sí mismo, ó consideraciones crítico-científico-comparativas sobre varias de las doctrinas que profesaba este iluminado doctor, según se leen en sus numerosos libros, por el doctor D. Fernando Weyler y Laviña, subinspector de primera clase en el Cuerpo de Sanidad militar y jefe del ramo en las Islas Baleares. Palma, imprenta de Gelabert, 1866 (570 páginas en 4.º)

Muy dividida ha andado y anda todavía la opinión de los doctos en orden al mérito de Raymundo Lulio, genio sublime, digno de figurar al nivel de Platón, Aristóteles, S. Agustin, Santo Tomás, etc., según unos, espíritu obcecado y forjador de deslumbramientos y trampantojos, con que la vista se engaña, según otros, á cuyo dictamen se arrima el Sr. Weyler y Laviña contra lo que pudiera presumirse estando impresa su obra en Mallorca. "Este hombre, dice, á quien se le ha contado entre los mayores filósofos y teólogos, tenía erudición vulgar y escaso criterio. Su metafísica es reducida y débil, su juicio no muy recto, sus métodos faltos de rigor, su análisis escaso para desarrollar sus extraordinarios proyectos........... Desfiguró la metafísica de Aristóteles, copió y amalgamó varios de sus libros, multiplicó las clasificaciones, amontonó las puerilidades, sentó fórmulas irregulares, y obtuvo, en resumen, un mecanismo superficial y una incoherencia de ideas."

Si tan severamente juzga á Lulio el Sr. Weyler y Laviña considerándole como noólogo, ya puede suponerse que no mirará con más benignos ojos los escritos cosmológicos, á cuyo examen principalmente se contrae, y donde el polígrafo mallorquín aplicó sistemáticamente sus teorías lógicas y metafísicas llevado del anhelo de reducir á un principio sintético todas las ciencias, prescindiendo de la experiencia, del análisis, de la inducción, únicos caminos para llegar al conocimiento de la naturaleza, en concepto del crítico, quien no por eso desconoce que habia algo de grande y profundo en semejante pensamiento. Así es que, fuera de este, muy poco halla que alabar el Sr. Weyler en las lucubraciones del doctor iluminado acerca de la composición del universo, astronomía, botánica, física, geología y mineralogía, geometría, milicia, química y alquimia, zoología y medicina: no ve en ellas más que abstracciones vacías y concepciones arbitrarias formadas á priori.

Como base á la vez que justificación de estos juicios, presenta el Sr. Weyler un resumen bastante completo y exacto de las doctrinas de Raymundo Lulio sobre cada materia, comparándolas, para mayor ilustración, con las anteriores y coetáneas, no sin haber trazado previamente un cuadro general del estado del espíritu humano y de los varios ramos del saber en la Edad Media. Alberto el Grande, Santo Tomás de Aquino, Vicente de Beauvais y Rogerio Bacon son, en su sentir, muy superiores á Raymundo Lulio en profundidad de conocimientos y en solidez de criterio. Podrá disentirse de sus apreciaciones; podrá creerse que su afición á las teorías del doctor Mata le lleva demasiado lejos; pero sin notoria injusticia nadie le negará el mérito