niega que desde Santo Tomás hasta el dia se hayan hecho adelantos positivos en puntos secundarios de las ciencias filosóficas. Con ellos procura ampliar é ilustrar oportunamente las teorías del Doctor Angélico, siguiendo á Leibnitz, que decia: la filosofía de los antiguos es sólida, y las nuevas elucubraciones no deben encaminarse á destruirla, sino á completarla y exclarecerla. Tampoco le vemos entregarse á las sutilezas y cuestiones inútiles que tanto descrédito atrajeron sobre el escolasticismo en los siglos anteriores. Limítase á desenvolver metódicamente lo sustancial y perenne de las doctrinas á que rinde culto, y de paso expone y refuta las contrarias, citando á los más afamados filósofos que las han profesado. Así en la Psicología dedica un largo pasaje á resumir é impugnar las principales opiniones acerca del entendimiento, pasando revista, con este motivo, á Platón, Aristóteles, Plotino y los Neo-platónicos, Spinosa, Leibnitz, Malebranche, Cousin, Gratry, Ubaghs, Kant, Hegel, Jacobi y Linchtenfels, Gioberti y Rosmini, sin olvidarse de los modernos frenólogos, cuyo sistema da á conocer, discutiendo al propio tiempo la posibilidad y condiciones de una verdadera Frenología. Así también en la Ideología, que es sin disputa el centro y riñon de las especulaciones filosóficas, trata extensamente de los más importantes sistemas sobre el origen de las ideas, clasificándolos en tres grandes grupos que designa con los nombres de escuela empírica, escuela ontológica y escuela psicológica. A la primera refiere las teorías de Locke, Condillac y demás sensualistas; á la segunda las de los propugnadores de las ideas innatas (Platón, Leibnitz, Rosmini), y de la intuición divina (Malebranche, Gioberti, Schelling); y á la tercera, la de Fichte y la de la representación sensible, abrazada, entre otros, por Balmes, Liberatore y Cuevas. Las de Kant y Cousin participan, en sentir del P. González, ya del empirismo y el ontologismo, ya de este y el psicologismo. Más comprensiva la que él explica y defiende, puede considerarse como la síntesis de dichas tres escuelas, puesto que asienta con los empíricos que "no se da en el hombre conocimiento alguno sin que preceda la percepción sensible de algún objeto;" con los ontólogos que "preexisten en nosotros las primeras concepciones del entendimiento" y que este "no es más que una cierta impresión de la Verdad Primera, una semejanza participada de la Luz increada, en la cual se contienen las razones eternas;" y por último, con los psicólogos, que " las ideas son producidas por "el entendimiento," lo cual se verifica "mediante la cópula de las percepciones de los sentidos con las primeras concepciones de la razón;" teoría que no discrepa tanto como pudiera creerse de la expuesta por el Sr. Martin Mateos en El Espiritualismo, dado que lo que este llama ideas no son más que las concepciones primeras de que habla el P. González, y ambos convienen en suponerlas innatas y correlativas con las razones eternas, y ambos exigen la concurrencia de la actividad intelectual y de la percepción sensible para la existencia del conocimiento. Acaso la discordancia está más en los términos que en las cosas.
Más divergentes hallamos á los dos expresados filósofos en la manera de determinar el principio inmanente de las operaciones vitales del hombre. El P. González lo pone en el alma racional, á quien hace sujeto de los fenómenos puramente fisiológicos, lo mismo que de los noológicos y prasológicos; el señor