máxima de que no abona la historia partida alguna, si no se le presenta legítima quitanza, están en efecto llamados los monumentos de nuestra pasada civilizacion á derribar muchos y grandes ídolos, levantados por la credulidad y la incuria, no ménos que por la holgazanería, la ignorancia ó el avieso interés de otros siglos y generaciones. Sin odio ni amor, agenos á toda influencia, lejanos de todo fin preconcebido, ni se doblan los monumentos á forzado querer, ni se amoldan á mañero fingimiento, ni hablan más lenguaje que el espontáneo y siempre ingénuo de la verdad, desbaratando con incontrastable elocuencia toda cábala é impostura, y lanzando el fallo de inapelable condenacion contra los que osaron desmentirlos ó calumniarlos. Los monumentos jamás engañan: toda la dificultad de leer en ellos la verdad que encierran, consiste en preguntarles con la sana intencion de obtenerla; y alcanzado una vez este honrado fin, no hay temor de contradiccion ni mudanza. Lo que un monumento revela, con leal propósito interrogado, lo confirma otro, y otros ciento, establecida entre ellos cierta misteriosa relacion, que se hace cada dia más perceptible y luminosa á los ojos del historiador ó del crítico. Epocas artísticas hay en los anales de nuestra España, cuyos gloriosos monumentos eran há poco no sólo desconocidos, si no absolutamente negados por naturales y extranjeros: la contemplacion de algunos fragmentos arquitectónicos, abandonados en las ruinas de Toledo, despertó al cabo el estudio, y trás larga série de juicios comparativos, sobre haberse reconocido en todas las comarcas de Iberia los mismos elementos de arte, elaborados por una sóla cultura, se han llegado por último á descubrir templos enteros, cuya belleza y majestad desmienten todas las aseveraciones asentadas por largos siglos. Tal está sucediendo con la época visigoda y con el arte latino-bizantino, que en ella florece.
Si pues este, y no otro, es el poder y el oficio de los monumentos arqueológicos, ya los consultemos aisladamente, ya busquemos entre ellos, á fuerza de observaciones individuales, esas misteriosas y verídicas relaciones, dicho se está que ordenados estos en séries y sometidos á los principios fundamentales de la ciencia, ha de ser más abundante y colmada su enseñanza, abarcando la vida toda del hombre en sus multiplicadas ramificaciones y más variados estados de cultura.
A tan altos, útiles y trascendentales fines, aspira este Museo