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acaecen en el pueblo ibérico desde la gran ruina del Imperio Occidental, que diesen los monumentos, al ser allegados con inteligente diligencia, inequívoco y claro testimonio de las variadas influencias que se cruzan, luchan y se asimilan, por último, en cada momento y en cada edad de nuestra complicadísima historia. En lid, primero con la gentilidad, hasta lograr su vencimiento, no sin heredar y hacer suyas las más elevadas preseas del arte clásico; hermanando después los gloriosos despojos del Oriente y del Occidente bajo la doble dominación de Bizantinos y Visigodos; reanudando con generoso aliento las tradiciones nacionales, tras las dolorosas jornadas del Guadalete y el felicísimo triunfo de Covadonga; reflejando con ingenua fidelidad los nobles esfuerzos de la Reconquista, que asientan al cabo su trono y sus reales en la egregia ciudad de los Concilios; recibiendo, cual legitimo y natural tributo, las peregrinas conquistas de otra civilización rival y fundiéndolas, en singular y único maridaje, con cuantos elementos habia elaborado en largas centurias; y acogiendo, por último, no sin imprimirles sello especial, las delicadas joyas del Renacimiento, recorre en efecto el Arte cristiano dentro de la Península el inmenso período de diez y siete siglos, llenando todas las necesidades de la vida, ya en las tranquilas moradas de Dios y de los Santos, ya en la soledad y retiro de los monasterios; ora en el estruendo y tumulto de los campamentos y las lides, ora en los faustuosos alcázares y formidables castillos; ora, en fin, en los modestos hogares de ciudadanos y labriegos.

Y mientras este vario, rico y majestuoso desarrollo de las Bellas Artes y de las artes industriales se opera, tiene también en las comarcas sometidas al yugo del Islam notabilísimo desenvolvimiento el arte mahometano, que reflejando vivamente la civilización hispano-arábiga, revela los portentosos triunfos y conquistas de los sectarios de Mahoma en las esferas de la inteligencia, con los grandes conflictos y desastres que, produciendo la desmembración del Califato, preparan el largo reinado de los Beni-Nazares, cuyo trono derroca la poderosa diestra de los Reyes Católicos. Tres son, en efecto, las épocias que se determinan, desde la exaltación de Abd-er-rahman á la calda de Boabdil, en la historia de aquel Arte con los caracteres de diversos estilos: tales son la época de los Amires independientes (estilo del Califato); la de los Almoravides y Almohades (estilo mauritano), y la de los Alhamares (estilo