Página:R.E.-Tomo IV-Nro.16-Id.09.djvu/6

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
668
boletin bibliográfico.

El espíritu público habia renacido como el fénix de la fábula; los albores de la libertad le habían despertado, y el pueblo qué se lanzaba al combate aclamando Isabel y Libertad, se mostró grande, heroico, sublime; dio magníficas páginas á la Historia, y Bilbao, Peralta, Villafranca, Gandesa, Cenicero, Ripoll, Requena, Roa y otros mil, se mostraron émulos de Zaragoza y Gerona, de Sagunto y de Numancia. Este era el pueblo que habia estado aletargado, qué sólo vivia con el ambiente liberal; este era el pueblo que se creia abjecto, sin recordar la historia, ni tener presente que estaba como moribundo en 1808, cuando un afortunado favorito le hirió en su honra, y el 2 de Mayo en su patriotismo, y se lanzó rugiente como león herido sobre su enemigo, peleó esforzado y venció glorioso.

Si así se levantó el pueblo liberal en 1833, otra gran parte se lanzó también en su contra con no menos entusiasmo y decisión, con el mismo valor, con idéntica fé. Prueba evidentemente el Sr. Pirala que la guerra civil se preparaba, que se hacían cartuchos en los conventos, que se reunían armas en muchos puntos; así que, cuando murió Fernando VII, González en Talavera, Ladren en la Ripja y Navarra, Merino en Castilla, Zavala y Valde-espina en Vizcaya y otros en distintos puntos, sonaron tambor y levantaron estandarte por D. Carlos, y ni el fusilamiento de González y don Santos, ni la dispersión del bisoño y grande ejército del Cura de Villoviado, ni el paseo triunfal del antes indeciso Sarsfield hasta Bilbao, ni cuantos triunfos obtuvieron los defensores de Isabel, pudieron ahogar la naciente guerra. Las causas de ello y la torpeza que cometió el Gobierno de Madrid, las expone clara y documentalmente el autor de la Historia, y hace revelaciones importantes.

A pesar de los errores de Zea y otros, algo se habría coinseguido á no surgir Zumalacarregui, el genio de la guerra entre los carlistas, que da vida á aquel cuerpo inanimado, le alienta, le robustece, le hace un atleta, que pelea y vence; le llena de entusiasmo y de gloria, gasta á los Generales; que van en su contra, cansa á los soldados que le combaten, y pone enfrente del ejército liberal otro carlista, si no más aguerrido, más entusiasta, que obliga á sus enemigos á repasar el Ebro, llenos de temor y sobresalto. No se sabia bien esto, hasta que Pirala lo revela y lo prueba. ¡Cuan grande fué el error de Zumalacarregui en ir á Bilbao, donde encontró la muerte, cuando tan expedito tenia el paso del Ebro y el camino á