Página:R.E.-Tomo V-Nro.17-Id.11.djvu/3

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Por conclusión, en el último capitulo de este tomo, se trata de la poesía de los árabes en sus relaciones con la poesía de los pueblos cristianos de Europa, y se sostiene la opinión de que la primera tuvo influencia así en el fondo como en la forma de la segunda, sino tan grande y decisiva como algunos pretenden, al menos notable sobre todo en los poetas españoles de la Edad Media, que como el Arcipreste de Hita, Garci Fernandez y el Marqués de Santillana dejan conocer desde luego, y aun ellos mismos confiesan esta influencia. Con este motivo el Sr. Valera da interesantes noticias de un género de literatura descubierta por el Sr. Gayangos, y á la que da con propiedad el nombre de aljamiada, por estar escrita en caracteres arábigos y compuesta en castellano pero con mezcla de palabras árabes. Existen varios poemas de este género, que se cultivó en España por los Moriscos hasta que fueron expulsados de ella á principio del siglo XVII. Tales son, en brevísimo resumen, las interesantes materias que se contienen en este tomo, que no nos dejará esperar por mucho tiempo los siguientes, aunque el traductor esté hoy absorbido por gravísimas ocupaciones.


Cuentos de la villa. Colección de poesías, por D. J. A. de Viedma. — Madrid, 1868.

Es la poesía, como dijo el Príncipe de nuestros Ingenios, dama excelente y hermosa, á quien sirven, cuidan y engalanan con todo linaje de atavíos las Artes y las Ciencias todas. De aquí el singular fenómeno (para algunos inexplicable) de que en medio de los estudios más recónditos y severos, y como sirviendo de descanso á tareas arduas, y aun entre el ruido y tráfago de las cosas políticas, suelen oirse melódicos acentos, hijos del corazón que ama, de la mente que se remonta á lo ideal y de la imaginación y el estro que traspasa y sube en vigoroso vuelo por encima de los males y desdichas de que es no interrumpida cadena esta vida terrestre. Las almas verdaderamente poéticas, á quienes el Cielo concedió númen divino, alzan el eco de sus canciones, ora apacibles, ora enérgicas, respondiendo al sentimiento que brota espontáneo del corazón de todos; pero que no todos tienen voces para expresar, ni cincel con que imprimir, ni paleta con que representar con vida y esplendor.

El Sr. Viedma, hijo predilecto de la Musa lírica, sentimental y tierna, ya exponga, ya varíe, ya enseñe, ya se duela, ya reprenda, personifica hasta cierto punto el actual período de transición en que se halla nuestra poesía, que no es (ni serlo puede) ni el remoto ritmo del clasicismo anticuado, ni la turbación general de ideas y de formas del romanticismo que, aun siendo joven, era viejo.

Concepciones más elevadas y grandiosas, y ménos chocantes, han de ser las que sirvan de norte á los poetas contemporáneos, si no quieren