crea tampoco que somos enemigos sistemáticos de las órdenes y asociaciones religiosas; confesamos de buen grado sus ventajas bajo el aspecto de la caridad y de la ciencia; pero querámoslas desligadas de la tradición absolutista, naciendo, desarrollándose y floreciendo en el seno de la libertad, cual vemos en Francia, en Inglaterra y en los Estados-Unidos. De esta suerte, acomodadas al espíritu de la época presente, y contenidas dentro de su legítima esfera, pueden ser, en nuestro concepto, y lo serán sin duda en España, un elemento eficaz de progreso moral, científico, artístico y hasta económico, produciendo, en vez de Filósofos rancios, Lacordaires, Ravignanes, Jacintos y de la Portes. Si tales condiciones admitiera el Sr. de la Fuente, asaz enamorado de lo antiguo, como buen arqueólogo, no distaría tanto nuestro sentir del suyo.
Por lo demás, y prescindiendo de creencias políticas, no se ha de negar que La sopa de los Conventos es un opúsculo bien escrito y de muy agradable lectura, donde alternan los cuadros de costumbres con las leyendas piadosas, y los recuerdos históricos con las reflexiones económicas y sociales. La soltura y desenfado del estilo, revelan la franqueza y sinceridad característica del autor, aragonés de pura raza, que dice lo que siente sin pararse en pelillos, ni circunloquios, por duros y amargos que sean. La dicción, sino siempre correcta, es en general castiza, como hombre chapado á la antigua y familiarizado, por lo mismo, con nuestros buenos escritores del siglo de oro, y con las expresivas frases y locuciones del pueblo, que emplea con la mayor naturalidad y lisura. Sólo nos desagrada que la exageración de estas buenas dotes le haya llevado á valerse de expresiones poco cultas y aun chavacanas. Ne quid nimis.