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Yo idolatrando la veré en el ara
El espectro del oro y la fortuna,
De inspiración y de entusiasmo avara.

Entónces como ahora, allá en su cuna
Y en el lecho fatal de su agonía,
El fantasma tremendo la importuna.

Cantemos de la Historia la elegía:
Sol de la humanidad, de sus regiones
La idealidad se aleja cada dia.

En vano entre magníficos blasones
Renacerá, renacerá en su hoguera
El fénix inmortal de las naciones.

El hombre, ¡padre Dante! desespera,
Dobla la sien en la doliente mano,
Y abandona el timón á la onda fiera.

No inquiere ya el arcano. No hay arcano.
No ansía ya la venganza. No hay venganza.
No hay más que el himno del dolor humano,
Y el sempiterno adiós á la esperanza.


Julio de 1852.


G. G. Tassara.