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númen el progreso, cuya tendencia echar por tierra, entre otras cosas por el estilo, esa otra escuela que, nacida en la Sodoma de Europa, en París, para probarla injusticia conque á sí propia se ha bautizado con el sobrenombre de social, se burla de Dios y la virtud, disculpa el robo y el asesinato, santifica la prostitucion y el adulterio, y, como complemento de sus teorías, poetiza y ensalza el suicidio.

El fin de toda literatura, y en particular de la novela, espejo fiel de la política de las naciones, debe de ser el progreso verdadero, no el falso; y los Españoles continuarémos desacertados mientras imitemos á los obreros de la moderna Babilonia en lo que jamas debimos imitarles, no en su afecto á la instruccion y al trabajo, si en su inmoralidad y desvaríos.

Tiempo es ya de que nos decidamos resueltamente.

O pasémonos con armas y bagajes á los franceses, maldiciendo de la fatal estrella que iluminó por primera vez nuestra cuna, ó seamos en la novela, en el teatro, en todo, dignamente españoles, cual corresponde á nuestra historia, como desde el mundo que pasó nos lo están clamando nuestros padres, como desde el mundo de lo porvenir nos lo exigirán nuestros hijos.


Abdon de Paz.