Página:R.E.-Tomo XV-Nro.60-Id.01.djvu/10

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
506 — La Guerra

diplomacia no es de los agentes que más han hecho por la civilización. Los tratados internacionales, llevados á cabo por Europa, ni han evitado ocasiones de guerras, reduciendo cada país á sus limites y condiciones naturales, ni, tales cuales han sido, fueron bastante respetados por los mismos que los hicieron.

La influencia de las ideas cristianas, la de la filosofía, la de los intereses materiales, la de la Economía Política, detienen y dificultan el paso al genio de la guerra; pero la ley internacional, que debiera ser su mayor adversario, no ha sabido ajustarse á la justicia lo bastante para merecer el amor de los débiles, ni para inspirar respeto á los poderosos. El derecho de la fuerza continúa siendo el decisivo, lo mismo que en épocas más atrasadas. Ahora, como en tiempo de Alejandro, los nudos que la diplomacia enreda, sólo los desata la espada; ahora, como en tiempo de Breno, el Væ victis! es la ley de las naciones, y la balanza en que se pesan los destinos de los pueblos, no es la balanza de la justicia, sino aquella otra que el Galo llevó á Roma, y que recibe en uno de sus platillos los tesoros de los vencidos, y en el otro la espada de los vencedores.


VII.

Expuestas las anteriores consideraciones sobre la guerra en general, concretemos ya las que hemos de hacer á la que en la actualidad están sosteniendo Francia y Prusia.

La grandeza de los medios puestos en acción desde los primeros momentos, será el carácter más sobresaliente de esta lucha espantosa. El mundo ha quedado, en realidad, atónito. Sabíase que iban á luchar los dos ejércitos más preparados, los dos pueblos que se disputan el primer puesto entre las grandes Potencias; no se ignoraba que desde algunos años se ocupaban sin cesar en perfeccionar sus armas y su organización militar. Pero, á pesar de eso, la Europa ha visto con asombro que á los pocos dias de haberse declarado abiertas las hostilidades se han puesto, en frente unos de otros, un millón de soldados. Jamas en los tiempos modernos se habia visto una cosa semejante. Si en las últimas campanas del primer Napoleón se reunieron ejércitos tan numerosos, sucedió á los veinticinco años de continuo guerrear, y suministrando contingentes todos los pueblos europeos.