qué los profundos pensadores, y los hombres esencialmente científicos han sido ateos: porque antes de creer en algo que rechaza la razón, es preferible no creer en nada.
Cuando un ser tiene conciencia de sí mismo, cuando reconoce que ha querido á los suyos, y ha consolado á los extraños, y ha vivido sin perjudicar á nadie, y siente sobre su cabeza desplomarse el infortunio, tiene que rebelarse indispensablemente ante su desgracia, si ve á otros que han cometido abusos y hasta crímenes, y, sin embargo, la fortuna les sonríe, la sociedad les halaga y el mundo les otorga consideraciones.
Dicen que en Francia, los suicidios aumentan de una manera prodigiosa; nada más natural. La vida, sin estar iluminada por la clara luz de la razón, la existencia luchando con la duda y vencida por el indiferentismo, no tiene otro fin que buscar en la muerte la última sensación del dolor; pero como á nuestro planeta no le ha llegado aún la hora de su completa descomposición, Dios, envió una tabla salvadora, para que los náufragos, en su desesperada agonía, pudieran asirse á ella y ganar la orilla de la resignación y la esperanza.
Esa tabla es el Espiritismo, amiga mía;