dominio que se acepta sin violencia,
y que siempre acató la muchedumbre.
El mundo tuvo su feliz infancia,
después su adolescencia soñadora,
en esas dos edades de ignorancia
cubrió la luz de su rosada aurora.
El mundo niño quiso los vergeles,
el mundo jóven el gentil torneo
y el mundo pensador busca hoy laureles
y halla el orbe pequeño en su deseo.
Hay otra aspiración, hay otra vida:
vertiginosa, ardiente,
que sin orden, sin regla y sin medida,
su punto de partida
es dominar á todo lo existente.
¡Ya no existen montañas,
el hombre ha penetrado en sus entrañas!
suena una voz gigante atronadora:
que el universo escucha conmovido
y pasa la veloz locomotora.
Cuando el dolor nos deja en nuestro pecho
el corazón desecho,
le podemos decir á un ser amigo
¡ven! á llorar conmigo.
Trasmite nuestra queja,
el telégrafo ardiente y palpitante
que el tiempo lo reduce á un solo instante.
¡Buques, puertos, canales,
máquinas infernales:
que ya en la superficie de la tierra,
ó en lo profundo de revueltos mares,
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