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Página:Ramos de violetas.djvu/218

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Los milagros


Nunca el hombre en la vida está contento,
siempre tiene un afán y en su delirio
á veces su ingenioso pensamiento
sirve de pedestal á su martirio.

Dios le otorgó benigno su ternura,
pero el mortal indiferente y loco
no apreció en su valor tanta ventura
y dijo con desdén, esto es muy poco.

Busquemos en el mundo las delicias
ya que los años pasan tan veloces;
del placer apuremos las primicias,
y en las riquezas los febriles goces.

Y en la última década de la vida
cuando ya el corazón no se impresione,
y esté nuestra ilusión desvanecida,
pediremos á Dios que nos perdone.

Otros hombres más ciegos todavía
ofrendas al Señor le prometieron,