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Página:Ramos de violetas.djvu/220

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Amalia D. Soler

¿Del mar rugiente las nevadas olas,
y del Cielo los mágicos colores;
y el perfume que guardan las corolas
de las gentiles y lozanas flores?

¿El león que ruge en la abrasada arena
y la hormiga industriosa y diligente?...
¿El mundo no es, en fin, la prueba plena
de lo que vale el Ser Omnipotente?

Entonces ¡oh mortal! ¿Porqué te empeñas
en demostrar de Dios el poderío?
¡Si son todas tus pruebas más pequeñas
que en los mares las gotas del rocío!

¡Si tienes otra ofrenda que Dios ama
y que siempre la acoge con anhelo!
¡si tienes la oración, fulgente llama
que ilumina las bóvedas del cielo!

Tienes la Caridad, que patentice
la divina verdad del Cristianismo
cumpliendo aquel mandato que nos dice:
al prógimo amarás como á tí mismo.
 
No es necesario que inventemos nada
para probar de Dios la Omnipotencia,
donde el mortal dirija su mirada
¡siempre hallará la Santa Providencia!


1874.