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AMALIA D. SOLER

transmitirse los unos á los otros sus dulces ó feroces instintos, sino de tiempo en tiempo, y las tribus vivían cuidando sus ganados porque no habían visto un más allá.

A la edad de oro del porvenir le servirá de pedestal la ciencia, el análisis de todos los fenómenos físicos y morales, y el verdadero conocimiento de un Dios justo y clemente.

Decía Fernán Caballero en uno de sus inimitables cuadros de costumbres: «Prefiero que mi hija sea buena á que sea feliz.» ¡Pensamiento profundo que debe servir de guía á la humanidad!

La felicidad, según se entiende en la tierra, consiste en un egoísmo refinado, en proporcionarse el individuo toda clase de goces y comodidades, sin cuidarse del que nada posee; y cuando de lo supérfluo sobre, entonces arrojar al mendigo algunas monedas sin mirarle la cara.

La felicidad, según el evangelio, no debe cifrar su ventura en la molicie y en el sibaritismo de las riquezas, sino en consolar al que llora, en instruir al que no sabe, y en prodigar á nuestros hermanos un amor sin límites.

¿Qué senda seguiremos nosotras, hermana mía? Creo que optarás por practicar la verdadera caridad, por amar siempre,