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AMALIA D. SOLER

exclamó: Que abandone esta clausura,
pues si se queda aquí, yo no respondo
de que este buque se nos vaya á fondo.

Dejó Silvia el convento sin tristeza,
porque ya en su cabeza
flotaban halagüeños
fantasmas de placer desconocidos,
que iban á murmurar en sus oidos
palabras incoherentes,
pero tan elocuentes,
tan llenas de pasión y de poesía,
que la niña en sus sueños presentía
que la familia humana,
está envuelta en un mágico fluído,
que ha sido, es, y será de los mortales
el Jordán bendecido,
donde reciben el bautismo santo
de un amor grande, sin rival, profundo,
que es de la vida inexplicable encanto.

Silvia era rica, inmensamente rica,
razón por que se explica
que antes que su tutor la presentara
en los grandes salones,
donde encuentran las niñas y las bellas
galantes ovaciones,
tuviera mil rendidos amadores
que le ofrecieran con afán profundo,
un amor tan inmenso como el mundo.

Su tutor era un hombre acostumbrado
á vivir sin fatigas ni cuidados,