ahora todos la dicen Sor María,
pero en la sociedad se llamó Sara.
Una mujer galante cuya historia
misterios dolorosos encerraba,
una mujer que arrepentida y triste
quiso regenerar su pobre alma.
Una mujer que al terminar el día
un suspiro dulcísimo exhalaba,
diciendo con voz tenue: «¡Enrique! ¡Enrique!
¿Por qué yo no te amé cuando me amabas?»
Y pidiendo por él, sus labios rojos
repetían tiernísima plegaria
¡Pobre Sara! arrepentida
de sus torpes devaneos,
de sus impuros deseos
y su loca bacanal,
Hoy consagra su existencia
á consolar al que llora,
y del Ser eterno implora
su clemencia celestial.
Hoy se ha convertido en ángel
la segunda Magdalena;
cariñosa, dulce y buena
para todos tiene amor.
Los enfermos la bendicen,
y los niños la reclaman,
y las mujeres la llaman
la elegida del Señor.
Una noche que se hallaba
junto al lecho de una niña
que abandonaba este mundo
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Ramos de violetas