rón pasmado y atónito. Pero la ponzoñosa bestia encandilada con la luz que en un bufete ardía no le acometió tan ainas; con que pudo el inocente Padre dar voces, y entrando los indios la mataron, asombrando después á cuantos la veían por su disforme grandeza. Referíame este y otros singulares raros prodigios y maravillas deste esclarecido varón el reverendo P. Fr. Jacinto del Castillo mi tío, que años adelante fué provincial, de grata memoria, desta ilustrísima religión, á quien desde muy niño crió el venerable Fr. Andrés del Valle y compañero de Fr. Lope, no menos admirable varón en prodigiosas virtudes.
Este género de bestias fieras no sólo las hubo en aquellos primeros tiempos, mas aun hoy, con estar más frecuentados los montes y más desembarazados y limpios con ocasión de los sembrados, se hallan algunas, y en el lugar que tocare á esta materia se dira más cumplidamente de lo que acerca della se ofrece; contentándome por ahora con decir que en una de las labores que obtengo, con ser tierras muy limpias, no faltan culebras de varias especies, pero no la que ví deste género de sierpes, que un negro mi esclavo mató en un pajar, que era tierna según su proporción, que sería de más de una cuarta: era de color y semblante cabellado claro, el cuerpo de culebra cenceño, sin género ni señal de escamosidades; antes sí el cutis lustroso y liso, el cuello curvo, cabeza proporcionadamente redonda que remataba en aguzado hocico, dos orejillas á la manera de las que tiene el murciélago, ancho el pecho, y los pies sobre que se mantenía á la manera del anguila. Y el sargento Diego de Melgar, labrador en el Valle de Mesas, me refirió varias veces haber atravesado una sierpe destas por sus trigos, dejando el rastro como de una gruesa viga, y que siguiendo la huella y señal que dejaba hasta el descolgadero de riscos que hace á la laguna de Amatitlán, de cuya eminencia vió cortar las aguas á una espantosa y disformísima culebra que atravesaba para los montes de Panchín. Desto hay mucho y de mucho peligro, pero también mucho medicinal contra la malicia de su ponzoña.