comboy español que fuese apresado, y las dirigí á todos los puntos de Europa y de América, en que consideré, que podrían tener empleo. Emprendí por fin la obra de insurreccionar el mismo ejército, que debia obrar nuestra ruina. Dn. Ambrosio Lezica negociante de esta ciudad fue encargado de dirigirse á su hermano Dn. Tomas, establecido en Cádiz, para iniciar sus relaciones con los gefes de aquel ejército. Sus contestaciones abrieron un campo risueño á mis esperanzas; y desde entonces se pusieron en juego los medios conducentes á este objeto. Los señores Dn. Tomas Lezica y Dn. Andrés Arguibel naturales de Buenos Aires y establecidos con crédito en la plaza de Cádiz fueron los agentes, que llevaron á su término aquella riesgosa empresa. Fueron facultados para invertir las sumas de dinero que fuesen necesarias; y autorizados para empeñar la responsabilidad del gobierno á todo lo que obrasen conducente al intento. La eficacia y destreza con que se manejaron apareció en el resultado. El ejército de la Isla de León se insurreccionó: la terrible expedicion que nos amenazaba se convirtió en daño del mismo que la formó: y la República Argentina se vió por este medio libre y triunfante de sus enemigos. ¡Honor eterno a los nombres de Lezica y Arguibel entre los amigos de la libertad!
Si hay quien pueda dudar de la exactitud de estos hechos, que lea la Memoria que escribió y publicó el general Quiroga uno de los primeros gefes de aquel ejército, y hallará comprobada la eficaz cooperación con que obró en aquella insurrección el gobierno de la República, y encontrará también que los auxilios de dinero dados por sus agentes facilitaron la ejecución de la empresa. Se encuentra también hoy entre nosotros el señor Dn. Guillermo Vitini, intendente general del ejército español, en la isla de León, que atestigua estos hechos; su testimonio es de privilegio.
Satisfecho de haber ejecutado cuanto estuvo á mi alcanze en bien de mi Nación y en daño de sus enemigos me había ya separado del directorio, cuando los señores Lezica y Arguibel dirigieron sus libramientos á cargo del señor Dn. Ambrosio Lezica por las cantidades que habian anticipado á consecuencia de las órdenes que este excelente americano les había dado, comprometiendo su propia responsabilidad en garantía de la del gobierno. Para legitimar este cargo se obró un expediente, en que el camarista Dr. Dn. Miguel Villegas dictaminó como asesor: el gobierno cubrió sus compromisos y reembolsó al señor Lezica. Se presentarían mas testimonios si fuera necesario.
Me queda la confianza de creer, que después de estos hechos que llenaron todo el periodo de mi gobierno ni el señor Everrett, ni ningún ser racional podrá conservar la idea de "mi venta á los agentes de S. M. C. cuando ocupaba el puesto de Director Supremo", sin una maligna obstinacion á resistirse al convencimiento de la evidencia.