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haber rehusado apoderarse del Perú, y su política y previsión en todas las expediciones, siempre felices. No se le puede acusar de que interviniese pasión en los empleos y mandos que confirió, ni le fué posible derramar menos sangre para tranquilizar tantas turbulencias como se suscitaron en su tiempo, ni encontrar ánimo tan grande y generoso para perdonar de buena fe á sus mortales enemigos„[1].

Irala pasó á las Indias en la expedición de D. Pedro de Mendoza, y asistió á la fundación de Santa María del Buen Aire, nombre que llevó en su principio la ciudad de Buenos Aires; en 1536 fué con Juan de Ayolas al Paraguay, y estuvo en la fundación de la Asunción, metrópoli de las colonias del Río de la Plata durante largos años; después quedó en la Candelaria como teniente de Ayolas, cuidando de las naves. Cuando éste fué muerto por los indios, Irala alcanzó el gobierno, y entonces realizó un acto muy censurado en su tiempo, y acaso con razón: despobló la ciudad de Buenos Aires, llevando sus moradores á la Asunción, y de este modo reunió hasta 600 españoles de combate, gracias á los cuales ahogó, en Jueves Santo de 1540, la célebre conspiración de los indios. Dos años más tarde, á 11 de Marzo, entregó el mando á Núñez Cabeza de Vaca, quien, acaso viendo en Irala un formidable competidor, quiso atraerlo con beneficios y honores; á fines de 1542

  1. Descripción é historia del Paraguay.—Madrid, 1847. Tomo II, páginas 157 á 159.