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te reventaron. Racimos de gente cayeron al agua.

Por la reventazón de las tablas la muchedumbre se desparramó, y en obra de tres segundos el río se llenó de náufragos. El agua corriente se llevó pa.

ñuelos y cestos. La alegría de Madrid tomó un baño de pies. Todos los lamentos del pavor subieron por los aires. Vióse en el puente un movimiento vermiforme. La muchedumbre se. sentía suspendida sobre el vacío. ¿Hay algo más vacío que el álveo del Manzanares? La presión aumentó con el susto. En el lugar de aquella masa humana donde se hallaba Leonarda no se sabía lo que había pasado en el puente, y la ansiedad aumentaba el pánico. La niña, oprimida entre la rueda de un coche y un pelotón de gente despavorida, creyó morir. Perdió el aplomo de sus pies y la serenidad de su cabeza. La nube roja del horror flotó ante sus ojos. El último momento de sensibilidad puso en su cerebro la idea de que alguien la tenía asida de la cintura y la llevaba, la llevaba, la llevaba...., atravesando una nube de ruidos y polvos.

XIV

¡Cómo coinciden los besos debajo de un árbol!

Pasaron cinco minutos o un año? Leonarda volvió en sí, y abrió los ojos en la ribera del Manzanares, más allá de San Isidro, donde la naturaleza castellana recobra su imperio y, olvidada del