escenas de la vida diaria y costumbres locales, revela que puede ser, si él lo quiere, un excelente escritor de costumbres — como cuando describe con na tu* ralidad y acierto las aventuras de Mosquito.
Uno de sus artículos más aplaudidos, y con suma razón, ba sido El ave de Zeus. Escrito con gracia, facilidad y alardeando no frecuente conocimiento de la vida griega en la grande época, su conclusión, si bien algo entrevista, es de un puro gusto clásico. Su Ultima escena es verdaderamente interesante, si bien débil su trama, pero la muerte del viejo cosaco y de su fiel perro es dramática y conmovedora.
Tiene el señor Monsalve una decidida tendencia á filosofar — pero á filosofar con ese escepticismo y esa precoz experiencia de los veinte años, que caracteri- zan el romántico mal tan bien descrito por el autor de La confession d'un enfant du siécle. Las notas amargas del que llamó á sus versos, Flores del mal, se hacen sentir también en muchas páginas de este libro. En Gris la antitesis es completa: al lado del soñador Augusto, lleno de ilusiones y con el santo entusiasmo de la juventud, está Julio, hastiado de la vida, aburrido de los hombres, seco el corazón, mar- chita ya la flor de la esperanza. Es Gris uno de los mejores capítulos del libro, y el autor, tanto en la pintura de ambos caracteres, como en la conversación