que es el ingenio más equilibrado de la modern li- teratura italiana: su pensamiento es variado y de un colorido potente; pero atraído por su índole gene- rosa y cortés, prefiere las descripciones que se amol- dan mayormente con su carácter : se conmueve y admira. Creo que hay mucho de eso en Cané, pero por cierto no es el sentimentalismo lo que campea en su libro, sino que hay mucha — ¿demasiada? — grima en juzgar lo que vé y hasta lo que hace. Cané lo confiesa en su carta. Pero en cambio, ¡qué faci- lidad! ¡cómo brotan de su pluma las descripciones brillantes, los cuadros elegantes! El lector nota que se encuentra en presencia de un artista del estilo, y, arrullado por el encanto que le produce la magia de la frare, se deja llevar por donde quiere el autor, y prefiere ver por sus ojos y oír por sus oídos.
He oído decir que el carácter del Sr. Cané es tan jovial como bondadoso y franco : en su libro ha que- rido sin duda hacer gala de escepticismo, y deja en- trever con mucha — c demasiada? — frecuencia, la nota siempre igual del eterno fastidio. Y sin em- bargo, qué amargo contrasentido encierra ese origi- nal deseo de aparecer fastidiado! Fastidiado el Sr. Cané, cuando, en la flor de la edad, ha recorrido las más altas posiciones de su país, no encontrando por do quier sino sonrisas, no pisando sino sobre flores,