autor una erudición que á primera vista fascina, por-
que lo hace aparecer, transformarse, asumir mil for-
mas, desaparecer, volver de nuevo á aparecer : en una
palabra, produce la ilusión de un kaleidoscopio fan-
tasmagórico, concluyendo por marear al lector. Su
estilo es muchísimo más castizo que el de sus prime-
ros escritos en prosa, si bien no lo es bastante aún,
al decir de los exigentes críticos madrileños.
Pero, para un discípulo de Saint-Victor, es inta- chable un párrafo como el siguiente: "... Ellos quieren mezclar el análisis á la inspiración, y cuando tropiezan con la poesía, en vez de apresurar el paso como un moralista escandalizado, tienen para ella sonrisas estudiantiles, la arrullan y la contemplan con la adoración de un paje por una reina, le abren sus brazos cariñosos, la visten con los encajes más diáfanos del estilo, y la adornan con esas palabras que llegan hasta todas las almas, que tienen el brillo de llos diamantes, la blanca tersura del marfil, y ese sonido metálico y armonioso de perlas que se derra- man en una copa de oro!...”
García Mérou, aspira, pues, á ser un Benvenuto Cellini de la frase.
De ahí justamente proviene la dificultad con que se tropieza al querer analizar este libro. Parece como si el autor quisiera introducir en asuntos literarios