Baladas, en Mujeres y autores, escenas y párrafos dulcísimos y encantadores. En Dos novelas, hay cua- dros trazados por mano maestra, pero siempre según el mismo método, — método que recuerda el colibrí deteniéndose apenas en cada flor lo necesario para libar una gota de miel... Así, por ejemplo, habla el autor de Pablo y Virginta, la deliciosa y clásica no- vela de todos conocida ; evoca los recuerdos de la pri- mera lectura, y refiriéndose á la escena tiernísima del naufragio, dice :
"Y cuando las últimas olas enfurecidas y azotadas por el huracán, han doblado sus crestas espumosas, y, enronquecidas todavía del largo combate, azotan con un sordo murmullo las rocas de la playa, — se siente que la esperanza se ha hundido también en ella, como los restos del bajel que conducía á Virgi- nia.”
Ahora bien, compárese un pasaje similar que con- tiene el reciente libro póstumo de Michelet: Ma jeunes- se, y léanse los párrafos elegantes y profundos en que habla el autor del valor moral de aquella escena, cuando Virginia rehusa despojarse de sus ropas, y prefiere la muerte al sacrificio de su pudor...
Por otra parte, es curioso ver en las Notas sobre un poema cómo el autor, nutrido con la lectura de los adalides de 1830, tiene el coraje de juzgar uno de