de con la turba-multa de las producciones de su gé-
nero. Es una novela sobre el eterno tema del adul-
terio, tan gastado y malgastado por la avalancha
fastidiosa de los libros que hace tiempo viene pro-
duciendo la literatura erótica francesa. Pero por
banal que sea el tema, por estudiadas y archiestudia-
das que estén todas sus faces posibles é imposibles—
tanto que en pocos asuntos se ha llegado más á la
perfección en materia de fabricación literaria, con
reglas y muletillas de cliché, —con todo, el libro de
Gamboa es una nota personal que, buena ó mala,
se destaca de la sinfonía general.
Verdad es que el carácter de miembro de la Real Academia Española impone al autor deberes y acuerda á la crítica derechos, que quizá no se hubie- ran mencionado siquiera al saber que estamos en pre- sencia del segundo libro de un joven, que no ha legado aún á los 30 años.
El autor, además, es una figura extraordinaria- mente simpática. A su gran juventud une la dicha de haber tenido una existencia de flores, de gozar de los encantos de la vida diplomática, y de no presen- tarsele por ende el mundo sino bajo una faz seduc- tora. Todo le sonríe; nada turba su placidez; su porvenir es brillante, y en ese perfecto y feliz equi- librio de la vida, cultiva con un fervor, que inspira