LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES ^ ^ Q
fectos capitales ea sus artistas favoritos. No pudiendo gozar bien á la distancia de la mímica físionómica, aplauden los gestos extremados, entusiasmándose cuando la Borghi-Mamó exagera tan extrañamente la Valentina del 4* acto de Hugonotes, 6 la Marga- rita del 2* acto de Mefistó/eles , No siéndoles posi- ble oír con exactitud las notas rápidas y dulces, obli- gan á Tamagno á sostener extraordinariamente las notas sonoras de pecho ; convirtiendo, por ejemplo, la famosa súplica de Raúl en un ejercicio de canto, lo que falsea de una manera desastrosa el pensa- miento de Meyerbeer.
En otros países estas exageraciones están comple- tamente proscriptas, y quien haya escuchado á Gaya" rre en el famoso Covent-Garden, después de haberle oído forzar la voz en su última época de Colón, re- conocerá que el celebrado tenor se había corregido del todo de semejante defecto.
Este es tanto más grave, cuanto que así se gasta la voz de los cantores y se la pierde para siempre : — es conocido o que con Lelmi pasó entre nosotros.
Los entendidos en la materia — el maestro Bassi debe ser, por cierto, de esta opinión — aseguran que el público aplaude aquí sólo las notas exageradas, y que escucha arrobado trozos enteros en que la expre- sión está falseada.