una sola sesión en el taller, porque ¿de dónde sacar tiempo para cosa tan inútil?, sino que se contentará con darles una fotografía más ó menos buena, y que trabaje sobre ella el artesano que en mala hora se metió á artista! Si semejante existencia no es causa bastante á sofocar los brios más impetuosos, debe decirse que nos encontraríamos en presencia de un genio verdadero, y asimismo c podría acaso revelarse un genio en ambiente tan antipático, como si fuera una aparición misteriosa, sin antecedentes y sin coadyuvantes? Tal acontecimiento sería una verdadera novedad en la historia, y habría que creer en los milagros para admitir tal excepción á la lógica y á la experiencia de los siglos.
Entonces, pues, con mayor razón no es posible esperar que, necesitando de su trabajo para vivir, esterilizando sus facultades en la banalidad de una tarea semi-mecánica, los artistas encuentren musa y tiempo y medios para crear obras de arte, para trabajarlas con il lungo studio ed il grand'amore que exigía el poeta, y todo ello para arrumbarlas en un rincón de su taller, á la espera de que las generaciones venideras les hagan justicia, emitiendo un fallo del que se siente incapaz la generación contemporánea.
Y de ese estado de cosas no hay que culpar á nadie, ni menos pretender hacer cargos injustos á las