El autor de las obras cuyos títulos sirven de epígra- fe á estas líneas, ocupa una de las más altas posicio- nes diplomáticas de nuestro país, pero es de aquellos que " honran á su puesto " y no " á quienes su pues- to honra " Como publicista, el señor Calvo es sim- plemente europeo, y la fama de que es evidente goza se la debe tan sólo á sus escritos. La aparición de un libro suyo no es tan sólo un acontecimiento en nues- tras letras patrias, como sucedería en el mejor de los casos con cualquiera otra producción de los argenti- nos : lo que publica el señor Calvo tiene adquirida carta de ciudadanía en el mundo científico, y en Eu- ropa se comenta la opinión de aquel argentino como la de una de las eminencias del saber. En esto no hay exageración: es sencillamente un hecho.
Se puede, pues, juzgar al señor Calvo y á sus obras de la manera más diversa, pero en cualquier caso for- zoso es reconocer la existencia de aquel hecho. No deja de ser singular esa posición científica de un ar- gentino: ¿cuál es la explicación de ese fenómeno? ¿Cuáles sus verdaderas proporciones? ¿qué impor- tancia tiene ó puede tener ello para nuestro país? He ahí tres cuestiones que sería no sólo importante, si- no necesario dilucidar. Sin renunciar á hacerlo qui- zá próximamente, por ahora fuerza es atenerse á los límites modestos de una simple noticia bibliográfica.