ha sido expuesta con verdad y energía ante el tribunal de la ciencia por nuestro compatriota. El señor Calvo, por eso sólo, ha merecido bien de su patria y de la América. Su alta autoridad científica ha estado y está á la disposición de estas naciones jóvenes, y puede decirse que en los últimos años no han influido poco las doctrinas de la obra de Calvo en la solución templada de muchas cuestiones con los gabinetes europeos. En el Viejo Mundo las grandes naciones están habituadas á tratar á esta pobre South America con un desprecio irritante, y no trepidan en abusar vilmente de su fuerza, mandando poderosas escuadras á naciones pequeñas y débiles para extorcarles sumas fabulosas exigidas por algún extranjero insolente y audaz [1]. Se ha visto recientemente á una de las naciones más simpáticas pasar por alto la escandalosa y descabellada intervención de un valiente pero aturdido jefe de una cañonera, en los asuntos internos de un país vecino [2] . Pero poco á poco, estos y otros abusos van desapareciendo, porque en las cancillerías europeas encuentra ya eco la exposición imparcial de algunos publicistas. Todavía falta mucho en este sentido, y es necesario que los
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Apariencia