se le dé cuenta de la inversión de recursos . Y esto se ha repetido tantas veces, que últimamente el Ministro Pizarro, con motivo de la nota del rector Avellaneda acompañando el presupuesto, se ha visto obligado á preguntarle oficialmente qué carácter era el que la Universidad se asignaba. Quieroj como el que más, las autonomías, pero estimo que los abusos deben cortarse de raíz.
Si nuestras Universidades fuesen tan fabulosamente ricas como las de Oxford y Cambridge, que derivan su fortuna de concesiones medievales — ó como la de Harvard, que debe á la generosidad del pueblo norte-americano una fortuna de 8.000,000 de dollars — se comprendería todavía que, prescindiendo por absoluto del Estado, se gobernaran á su antojo y buen placer ; y aún asimismo, si bien el Estado carecería de derecho para intervenir en el empleo de las rentas, conservaría siempre el deber de vigilar la marcha de la enseñanza y la concesión de grados académicos. La Universidad, que en el clásico lenguaje de las tradiciones escolásticas se llama el Almamater, es á la verdad una institución tan importante é influyente en la vida de los pueblos, reviste en tantísimos actos un carácter exclusivamente oficial, que el Estado no puede abandonar su dirección á cuerpos sin control, exponiéndose á que